Medioambiente

Gobierno declara emergencia hídrica en Uruguay

La primera está vigente y extendida desde el año anterior y puso en movimiento programas y planes de ayuda a productores de rubros del campo que están entre los principales renglones de exportación y fuentes de divisas del país.

Entre estos figura la soya, el cultivo más extendido en la geografía uruguaya, cuya cosecha fue apenas del 20 por ciento respecto al año anterior debido a la canícula.

Los suelos están secos y ello merma los pastos y los alimentos para el ganado, en particular el vacuno, tradicional fuente de exportación uruguaya, hoy disminuida.

La sequía siguió y además de afectar a la economía y sus actores, enfiló sus cañones contra la población al secar las cuencas hídricas, en particular en Montevideo, Canelones y la zona metropolitana.

Ocurre con el río Santa Lucía, cuya cuenca abastece a la represa de San Severino, principal fuente de abasto para dos millones de uruguayos que viven en el área metropolitana.

La presa tiene una capacidad de más de 60 millones de metros cúbicos y apenas araña los tres millones, un mínimo histórico que marca la gravedad de la situación.

Para evitar que el embalse se seque, la administración de Obras Sanitarias del Estado (OSE) comenzó a mezclar el agua del río Santa Lucía con la del gigantesco estuario del Río de la Plata, que desemboca al este en el océano Atlántico.

El resultado es un agua con altos parámetros de cloruros y sodio, bebible pero no potable, según la calificación del ministro de Ambiente, Robert Bouvier.

Aunque con la aprobación de las autoridades sanitarias, el agua corriente que sale por el grifo no debe ser consumida por embarazadas, bebés y pacientes de varias enfermedades crónicas, según recomendó la doctora Karina Rando, ministra de Salud Pública.

Casi un mes después de que OSE aumentara los niveles de cloruros y sodio, el secretario de la Presidencia, Álvaro Delgado, aseveró que el gobierno iba a “asegurar el suministro de agua a la gente con la calidad actual”.

VOLVER A ALTERAR LA COMPOSICIÓN DEL AGUA

Lo dijo el 16 de mayo, pero pocas semanas después el presidente Luis Lacalle Pou declaró la emergencia hídrica y advirtió que lo más probable para mantener el abastecimiento en Montevideo sería volver a alterar la composición del agua.

Fue en conferencia de prensa tras una larga reunión con ministros del gabinete, representantes de OSE y de la oficina de presupuesto, y en la que anunció una inversión de 20 millones de dólares.

Según el mandatario, será construida en un mes una represa para utilizar el agua dulce del río San José y combinarla con el del Santa Lucía a fin de extender la utilización de la represa de San Severino.

Mientras tanto, habrá que sacar más agua del Río de la Plata y será más salobre y cargada de cloruros, un tema que preocupa a la ciudadanía, tanto por los gastos en agua embotellada como, sobre todo, por el impacto en la salud.

Entre las medidas anunciadas por el gobernante está la eliminación temporal de los impuestos al agua envasada, lo cual hace suponer, según la expresión utilizada, que bajen los precios de ese ahora vital producto.

La propia jornada en la que el mandatario hizo tales anuncios, fue interpelado por manifestantes en la localidad del Sauce, en el acto por el 259 natalicio del prócer nacional José Gervasio Artigas.

“Agua para el pueblo” fue una de las consignas y en los carteles de los protestantes se podía leer: “No es sequía, es saqueo”.

Se trata de una alusión a críticas desde la oposición política y del sindicato de OSE sobre el desmantelamiento de esa empresa pública, con su plantilla diezmada y recursos recortados.

Ello prueba, según el Frente Amplio, que el gobierno no previó el impacto de la sequía en la población y que la crisis hídrica le sorprendió con la guardia baja.

Lo cierto es que con los niveles de suministro de hoy, y la actual y comprometida calidad de agua, en San Severino queda reserva para apenas 30 días.

En las próximas jornadas los técnicos del Ministerio de Salud Pública decidirán cuánto más podrán ser los nuevos máximos de cloruros y sodio para que el agua continúe llegando y “siga siendo bebible”.

Resulta una fórmula que crea cada vez mayor desconfianza en la ciudadanía, advertida al menos de que la calidad del agua de OSE seguirá empeorando, cuando las lluvias siguen sin aparecer en el horizonte.