Una de las tantas cosas que nos vino a demostrar la pandemia y la obligación de quedarnos en nuestro hogar, fue el valor de la actividad física, no solo para mantener la salud mental, sino también por la importancia de mantenerse en movimiento después de meses donde nuestra vida se redujo a los pocos metros cuadrados que tiene nuestra casa (más jardín, los afortunados).
En México, por ejemplo, el 17% de las personas presenta al menos un trastorno de salud mental y 1 de cada 4 lo padecerá como mínimo una vez en la vida, de acuerdo a la Oficina de Información Científica y Tecnológica del Congreso de la Unión. Por esta razón, el ejercicio cobra gran relevancia en estos años de pandemia, puesto que la salud mental y el bienestar están ligados a la actividad física.
Si antes primaban la falta de ganas, el cansancio del día, la mirada del otro y de nosotros mismos sobre nuestro cuerpo, en la cuarentena deseamos más que nunca tener esos momentos de esparcimiento y de ejercicio. Hoy, frente a meses que pueden volver a ser inciertos, es un buen momento para pensar si queremos dejarle lugar a las excusas de nuevo o si vamos a alimentar esa semilla del movimiento.
Desde sus orígenes, los humanos éramos seres en movimiento, necesitábamos de la acción del cuerpo para sobrevivir. Hoy, en cambio, vamos de la cama a la silla y generamos una suerte de autoboicot, un efecto degenerativo que nos enferma el cuerpo y el alma. Es hora de cambiar de estrategia
Es necesario romper con el círculo vicioso que genera el descontento emocional a la hora de movernos: no hacemos ejercicio por falta de ganas y así nos sentimos más fatigados; no queremos ser los menos ágiles del grupo de entrenamiento y cada vez estamos más duros; no nos mostramos con ropa deportiva porque tenemos una lonjita de más y entonces el sobrepeso gana cada vez más territorio.
Tenemos que amigarnos con todo lo que nos ofrece nuestra biología, dejar de esconder lo que nos incomoda y salir a la luz. Movernos, ejercitarnos y transformarnos en lo que queremos ser a partir de un buen seguimiento y la planificación inteligente.
Recientemente se celebró el Día Mundial de la Actividad Física y en este contexto, al momento de elegir una actividad física, la clave es optar por aquella que te resulte placentera para poder mantenerla en el tiempo. Luego, hay algunos factores que pueden ayudar en esa elección:
● Que sea una ejercitación que tu cuerpo está preparado para realizar sin lesionarse
● Que puedas (y vayas a) realizarla con la intensidad y asiduidad que precisa tu salud
● Que esté alineada con tus objetivos, ya sean estéticos, de rendimiento o de salud.
Las opciones son miles: bailar, correr, andar en bici, hacer yoga o pilates, levantar pesas, practicar acrobacias, pole dance, montañismo, remo, natación, jugar un deporte en equipo…
Además del consecuente beneficio en el cuerpo y en la salud mental, el ejercicio activa otro fusible. A medida que la persona va entrando en la dimensión del movimiento, empieza a descubrir una reconexión con sí mismo, sobre todo si venían de un estilo de vida más bien sedentario. En un mundo en el que la cuarta parte de la población padecerá de algún trastorno de salud mental en cierto momento de su vida, de acuerdo con la UNAM, la relevancia de hacer ejercicio para menguar esta situación es por demás clave.
Algunos consejos que pueden orientarnos a la hora de elegir el tipo de actividad física, de acuerdo a los objetivos personales:
● Para un cuerpo con buena masa muscular, hay que poner el foco en la hipertrofia, la musculación, los complementos y los entrenamientos de fuerza y resistencia.
● Para la pérdida de peso, al entrenamiento de fuerza se le puede sumar ejercitación aeróbica y control calórico.
● Si se apunta al bienestar general más que a un objetivo estético puntual, el movimiento y el deporte en sí van a dar el desarrollo muscular, metabólico y de agilidad.
● Para aumentar la resistencia frente a un deporte, hay que ajustar los ejercicios y las necesidades nutricionales, de acuerdo con la actividad.
Las opciones son muchas y variadas… ¿y la edad? ¡Toda la vida! Solo hay que adaptar la actividad a las posibilidad y resistencia de cada uno.
El mejor ejercicio es buscar, probar, divertirse, desencantarse, volver a empezar… en el camino vas a estar ejercitado y un día, sin darte cuenta, vas a haber encontrado la actividad física que te hace feliz.
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