El corazón de un niño puede albergar todo el amor del mundo, y toda la felicidad. Pero ¿qué pasa cuando esos latidos revelan de que, tras padecer la Covid-19, quedaron daños?
Un estudio hecho a 61 infantes cubanos arrojó que la cuarta parte de ellos (16) desarrollaron diferentes afecciones: miocarditis, pericarditis con derrame, trastornos del ritmo cardíaco e hipertensión arterial, luego de salir convalecientes del virus SARS-CoV-2. Así lo mostró un análisis llevado a cabo en el Hospital Pediátrico Universitario José Luis Miranda de la ciudad de Santa Clara, en la central provincia de Villa Clara.
La doctora Lisset Ley, una de las líderes de la investigación, resaltó que los pequeños presentaron síntomas como el cansancio fácil, seguido por palpitaciones que aparecieron evolutivamente. Además, métodos de auscultación mostraron soplos cardíacos de baja intensidad y taquicardia.
‘En imágenes de rayos X de tórax AP fue posible comprobar, en algunos casos, cardiomegalia ligera y redistribución del flujo pulmonar, y en los electrocardiogramas se constataron alteraciones relacionadas con el microvoltage, las arritmias extrasistólicas, la bradicardia o la taquicardia sinusual’, señaló.
Según la especialista, a través de la ecocardiografía transtorácica el equipo de expertos en cardiología pediátrica observó derrames pericárdicos de pequeña cuantía, alteraciones en los diámetros ventriculares —principalmente en el ventrículo izquierdo—, así como de la función miocárdica segmentaria o global, e insuficiencias valvulares ligeras.
La doctora Ley advirtió que los adolescentes son los más vulnerables debido a sus relaciones grupales, a pesar de las medidas instauradas de distanciamiento social.
Etapas del estudio
Para la indagación, explicó la pediatra que en una etapa inicial —que comenzó el 14 julio de 2020— estudiaron a 36 niños contagiados con la Covid-19 entre marzo y junio. Luego realizaron una segunda evaluación clínica, epidemiológica y cardiovascular durante la primera semana de octubre con cinco pequeños, los cuales habían enfermado en agosto y septiembre.
Finalmente repitieron ese procedimiento en la cuarta semana del mes de enero y la primera de febrero de 2021, en las cuales analizaron 20 chicos diagnosticados en los meses de diciembre de 2020 y enero del presente año. Cuando se detecta una miocarditis o una pericarditis, la causa más común son las infecciones de tipo viral, comentó la experta; sin embargo, no todos los pacientes que padezcan un virus manifestarán complicaciones cardiovasculares.
‘Depende del agente causal y del huésped; es decir el niño y su predisposición genética e inmunológica a desarrollar ciertas secuelas’. En todas las edades las complicaciones pueden aparecer durante la enfermedad o, con frecuencia, posterior a ella, precisó Ley. Las variaciones cardiovasculares también suelen presentarse en la fase aguda o después en la de convalecencia.
A ello se suma que los mecanismos de daño cardíaco igualmente incluyen afectación directa viral al miocardio mediante anticuerpos, inflamación de vasos sanguíneos mediada por la propia infección, así como lesiones microvasculares por microtrombos en los vasos sanguíneos, hipoxia y trastornos electrolíticos. ‘Se han postulado otras hipótesis de lesión miocárdica; una de las principales es la mediada por la enzima convertidora de angiotensina 2’.
Detalló la especialista de Primer Grado en Pediatría y Segundo en Cardiología que la exposición al agente viral conduce a una respuesta inflamatoria aguda o subaguda, que es responsable del proceso inflamatorio o infiltrativo y del perjuicio tisular al miocardio y otras estructuras.
De ahí que el diagnóstico requiere de un alto grado de sospecha, sobre todo en pacientes con anormalidades cardíacas de reciente comienzo que padecieron la Covid-19, como fallo cardíaco, dolor torácico, palpitaciones, arritmias, fenómenos tromboembólicos, incluso síntomas muy leves o solapados.
‘La identificación precoz del daño cardiovascular y el uso racional de las medidas terapéuticas constituyen un punto clave para el control de la pandemia y poder minimizar sus secuelas’.
En la última etapa del estudio, que concluyó en la primera semana de febrero, fueron incorporadas valoraciones en consulta multidisciplinaria de neurología, nefrología, respiratorio, ultrasonido y psiquiatría infantil.
La doctora Ley esclareció que esa decisión respondió a que las consecuencias tardías de la Covid-19 no solo comienzan a aflorar a nivel respiratorio o cardiovascular, sino también en los sistemas inmune, neurológico y psicológico. Sobre estos últimos subrayó que los menores manifiestan, debido a la enfermedad, cuadros depresivos, ansiosos, fóbicos, sentimientos de culpa y trastornos de adaptación ante la exposición al virus.
De igual forma, son perceptibles las consecuencias de un sobreconsumo de tecnologías, que luego se asocian a trastornos del sueño, ansiedad e irritabilidad. ‘Los niños y adolescentes en el mundo han perdido sus rutinas: el juego con los amigos, el contacto con los abuelos y familiares y las interacciones en las escuelas.
Se les enseña el temor al contagio; aprendieron que el contacto físico es peligroso, que las manifestaciones de afecto en forma de besos y abrazos ya no son adecuadas’, afirmó.
Datos para reflexionar
Desde marzo de 2020 —y hasta el cierre de esta revista— más de 4 200 menores en edad pediátrica enfermaron en Cuba con la Covid-19; ante ello, los estudios realizados en Villa Clara fueron ampliados a todo el país, confirmó la doctora Lisset Ley.
La mayoría de ese grupo poblacional estaba asintomático al momento de resultar positivo al SARS-CoV-2, y luego presentó sintomatologías leves: tos, rinorrea, pérdida del olfato, fiebre ligera y cefalea; en menor expresión, problemas gastrointestinales, como vómitos o diarreas. Un aspecto importante es que no se lamenta el fallecimiento de ningún menor de 20 años de edad.
Sin embargo, la doctora Ley hizo hincapié en que para evitar que los pequeños enfermen resulta necesario que los padres estén informados sobre la vía de transmisión del coronavirus y cuiden el cumplimiento de las acciones preventivas.
En aras de contrarrestar la dispersión de la enfermedad, debe impedirse que los niños, al ser altamente propagadores del virus, tengan contacto con varias personas, especialmente al tratarse de adultos mayores con padecimientos crónicos, concluyó la especialista.
El cuidado de la infancia deviene prioridad en Cuba ante la Covid-19; de ahí que los científicos trabajan en ensayos clínicos con los candidatos vacunales Soberana 01 y 02, destinados a esa población.
De acuerdo a Vicente Vérez, director del Instituto Finlay de Vacunas, el estudio que transcurre desde finales de febrero incluye a pacientes entre cinco y 18 años de edad. Llevar los niños a la escuela requiere que los padres sientan la confianza en los difíciles tiempos que hoy provoca la pandemia; esas razones influyeron en la decisión de escoger a esta población, apuntó Vérez.
La Covid-19 marca, sin duda, un antes y un después para todo el mundo; pero garantizar que los pequeños que vivieron una página tan letal en la historia de la humanidad lleguen a la adultez sanos sigue siendo objetivo de cada médico en Cuba.
Tomado de Revista Avances Médicos